¿Qué es una fotografía?
Hace poco tuve una discusión con una amiga que decía que “eso que se hace con IA no son fotografías”. Yo le contestaba que si lo son o no depende de cuán estricta o amplia es la definición que hagamos de la palabra fotografía.
No nos pusimos de acuerdo. Pero seguimos siendo amigas.
Sin pretender sentar cátedra, porque yo no tengo la respuesta, lo que sí puedo hacer es explicar mi punto de vista. Lo que mi amiga sostenía es que, para ella considerar una imagen como fotográfica, tiene que haber sido hecha con una herramienta “tangible”, algo físico. Yo, sin embargo, soy menos restrictiva: entiendo que una fotografía es una imagen creada por la mano humana, con ayuda de una herramienta que la registra. El término “registro” es clave para diferenciar fotografía del dibujo o la pintura: en una imagen fotográfica la propia herramienta es parte activa del proceso.
Y, para mí, un algoritmo de IA es una herramienta como cualquier otra. No, no estoy diciendo que una imagen generada por IA sea lo mismo que una fotografía de cámara. No lo es, ni falta que le hace. Igual que una foto hecha con película no es lo mismo que una digital, ni el color equivale al blanco y negro. Técnicas y herramientas distintas producen resultados diferentes.
“Es que una imagen de IA no es real”
Ni esto tampoco:
Oscar Rejlander. Estudio de la cabeza de San Juan Bautista en una bandeja (circa 1855). Fuente: Wikimedia Commons. Imagen en dominio público
Que se sepa, Rejlander no decapitó a nadie para hacer esa foto. Ningún fotomontaje ni escenificación, como las que han hecho famosos a Jeff Wall o Gregory Crewdson, por ejemplo, son reales.
“No es lo mismo. Eso son licencias artísticas. Lo de la IA es engaño puro”
Entra Stalin:
Stalin, Molotov y Nikolai Yezhov. Autor desconocido (1937). Fuente: Picryl. Imágenes en dominio público.
Solo uno de los cientos de ejemplos de manipulación engañosa, en este caso por razones políticas, aunque los motivos para falsear fotografías han sido de lo más variado a lo largo de la historia.
“No, mujer, no es eso. Lo que quiero decir es que la IA no crea nada. Copia de lo que ya existe”
Sherrie Levine en 1981 refotografió imágenes expuestas de Walker Evans y publicó un trabajo titulado After Walker Evans. Esto se denomina apropiacionismo, un movimiento artístico nacido en los años 70 que consiste en utilizar una obra de arte previa para construir una nueva. Es un concepto que probablemente le debamos, como casi todo en arte contemporáneo, al simpar Marcel Duchamp. El de Levine es un ejemplo paradigmático, pero hay muchos otros: Douglas Levere reusando New York changing, de Berenice Abbott; Carrie Mae Weems y los daguerrotipos de esclavos negros de J.T.Zealy, Mishka Henner y The Americans de Robert Frank… ¿sigo?
“Pero ¡ahí hay cámaras! Alguien ha re-fotografiado esas imágenes con una cámara. ¡En la IA no hay tal cosa!”
Como si la fotografía sin cámara se hubiera inventado ayer:
Lázsló Moholy-Nagy. Fotogramm (1926). Fuente: Wikimedia Commons. Imagen en dominio público.
Se llama fotograma a la fotografía sin cámara donde la imagen se obtiene poniendo en contacto un objeto con la superficie sensibilizada y exponiendo a la luz. A las vanguardias de principios del siglo XX les encantaba, pero también hay artistas actuales que siguen trabajando en esta línea, como Michael Flomen, Adam Fuss o Garry Fabian-Miller. Y no es la única técnica sin cámara. Están también los cianotipos, las escanografías, los quimigramas, los luminogramas…
“Jolines. Al menos en esas fotos hay luz. Esa es la clave: con la IA no interviene la luz. ¡No es fotografía!”
Nos vamos acercando al quid de la cuestión: efectivamente, en una imagen generada con IA no hay, al menos directamente, ninguna impresión lumínica en un soporte químico o digital, que es el fundamento de la definición clásica de fotografía.
Pero la IA, en realidad, solo es un buscador potentísimo capaz de reconocer patrones y construir otros basados en ellos. No sabe lo que está haciendo ni tiene conciencia de que lo hace (por suerte, que todos hemos visto Terminator). Por tanto, si le pedimos que nos pinte un cielo azul, recurre a cielos azules previos, pero no será capaz de generar nada que no describamos de forma que pueda encontrar el patrón base. Podemos pedirle que cree una imagen de un extraterrestre, un ser que no hayamos visto nunca antes, pero se lo tenemos que describir a partir de elementos que sí existan, a los que pueda recurrir para construir la imagen nueva.
A pesar de que mi explicación sobre el funcionamiento de la IA es un tanto burda, lo fundamental es esa característica esencial copiona (copiona recombinatoria, si se quiere) que tiene. Para el cielo azul, tirará de fotografías previas con cielos azules que pueda reproducir de manera modificada. Y en esas fotografías sí que intervino la luz… Por tanto, ¿no podemos decir que una imagen generada por IA hay luz, aunque sea “de segunda mano”?
“Alicia, estás estirando demasiado el chicle… además, ¡no es solo que no haya luz, es que no hay ni autor!”
Por partes: efectivamente, ese último punto de la luz es, en mi opinión, el factor diferencial para no considerar una imagen generada por IA como fotografía. En cuanto a la autoría… pondré solo un contraejemplo: The Pillar. Stephen Gill colocó una cámara de seguridad sobre un poste, de esas que se disparan solas con el movimiento. Con ella registró maravillosas tomas de pájaros que se posaban junto a la cámara y publicó uno de los fotolibros más importantes de 2019. ¿Quién hizo esas fotos? ¿Los animales?
“No, claro, esas fotos son de quien tuvo la idea. Para hacer algo así hace falta talento… Pero un prompt de IA lo puede escribir cualquiera. ¿Qué mérito tiene eso?”
Juraría que eso de la falta de mérito ya lo he oído antes:
“No creas que te convertiste en un artista en el momento en que te regalaron una Kodak por Navidad”.
– Alfred Stieglitz, de "Twelve Random Dont's", Photographic Topics 7 (1909). Fuente: The Phoblogapher. Traducción propia.
“Hay seis simples palabras para ese asunto, que han de susurrarse: la fotografía en color es vulgar”.
– Walker Evans, en una exposición del MoMa (1956). Fuente: Greg Fallis. Traducción propia.
Y hay artistas que usan IA habitualmente en su trabajo, por ejemplo, mi adorado Joan Fontcuberta. Me batiré en duelo con quien afirme que lo que hace no es fotografía.
Creo que el debate “IA sí o no” es solo una edición actualizada del debate “instantánea sí o no” que entretuvo a los pictorialistas a principios del siglo XX, o “color sí o no”, en los 50, o incluso “digital sí o no” a partir de los 90. Más de lo mismo, pues. La introducción de cada nueva tecnología siempre ha provocado la discusión correspondiente sobre si usarla era o no correcto. Así ha sido siempre y así seguirá siendo.
Como decía al principio, no tengo la respuesta definitiva —y dudo que alguien la tenga—, pero tampoco podemos despachar la IA sin matices con un “eso no son fotografías”. Esta tecnología ha llegado para quedarse y, en algunos contextos, tiene ventajas claras sobre la fotografía con cámara. Por ejemplo, una tienda online de moda podría fotografiar las prendas en percha y, a partir de fotos previas de modelos, generar con IA imágenes realistas de las prendas puestas, ahorrando shootings caros y complejos. ¿Que supone una amenaza para ciertos oficios? Sí, como lo fueron las neveras para los vendedores de hielo, y, a la vez, genera nuevas especialidades. La legislación, como es habitual, va por detrás. Se abren debates urgentes sobre autoría, uso legítimo de datos de entrenamiento, sesgos y deber de informar cuando una imagen es sintética. Pero al final, no es más que una herramienta, como un martillo. ¿Se puede estar en contra de un martillo?
Notas:
La ilustración de inicio se ha generado con Sora IA.
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