¡Esa luna tiene truco!
Seguro que alguna vez has visto alguna foto como la ilustración de la izquierda y has pensado “esa luna es fotochó”. Vamos, que tiene truco, que no es real.
Y sí, tiene truco, pero no es Photoshop y la foto sí es real… con matices.
Porque es cierto que con nuestros ojos nunca vemos la luna de ese tamaño. ¿Entonces?
La magia del teleobjetivo zoom, amiga.
Nuestros ojos son una maravilla que funciona mejor que el más caro objetivo del mundo mundial. Enfocan a cualquier distancia, nos permiten apreciar la profundidad, y dan un ángulo de visión de unos 180° (menos a Sheldon Cooper, que se puede ver las orejas en un buen día). Los objetivos de las cámaras no funcionan así y según su tipo solo permiten enfocar en un determinado rango de distancias.
Grosso modo hay tres tipos de objetivos: los normales, los grandes angulares y los teleobjetivos.
Los normales se parecen mucho a la visión humana, es decir, cuando miramos por el visor de la cámara con un objetivo normal, veremos más o menos lo mismo que si miramos la escena directamente. Peeero, con menos ángulo de visión que nuestros ojos. Por ejemplo, un 50mm nos dará unos 40° frente a nuestros fantásticos 180°. O sea: nosotros vemos una escena mucho más ancha que la que cabe en la foto.
Si queremos abarcar más escena de la que cabe en un objetivo normal, por ejemplo, para una panorámica, tendremos que recurrir a un gran angular, llamado así astutamente porque abre mucho más el ángulo de visión. Por ejemplo, un 14mm nos dará unos 100°, más o menos.
Y otras veces queremos fotografiar un león como si estuviéramos cerca de él pero sin estarlo porque preferimos conservar el pellejo. En ese caso usaremos un teleobjetivo, que permite acercar objetos lejanos a costa de cerrar mucho el ángulo de visión, con lo que la escena se va reduciendo como si miráramos a través de un tubo. Por ejemplo, un 300mm solo proporciona un ángulo de visión de 8°.
Si te estás preguntando qué es eso de los mm, se llama distancia focal y es, probablemente, el dato más básico que mirar a la hora de comprar un objetivo. Quédate con que el objetivo normal tiene 50mm, y números más bajos = gran angular, mientras que números más altos = teleobjetivo. Con eso ya nos arreglamos de momento. Y un objetivo zoom, sea del tipo que sea, permite variar la distancia focal. Por ejemplo, un 100-400mm permite encuadrar en todo el rango entre esas dos distancias focales. Lo contrario de un zoom es un fijo, o sea, un objetivo con una única distancia focal.
Volvamos a la foto de la iglesia con la gigantesca luna detrás. Si usáramos un gran angular para fotografiar el edificio, probablemente desde la misma plaza donde esté ya podríamos sacarlo entero, o casi. Pero si elegimos un tele para hacer la foto y además queremos que salga la iglesia completa, tenemos que alejarnos. Mucho. Muchísimo. Cuanto más largo el tele, más lejos nos tendremos que ir o volveremos a casa solo con un trocito de iglesia.
Lo que pasa es que, si solo hacemos eso, la luna aparecerá en el encuadre con un tamaño normal, o sea, como la vemos a simple vista. ¿#emosidoengañado?
Aquí viene el truco
Para conseguir esa luna hipertrofiada, necesitamos colocarnos a una distancia tan grande que el objeto (la iglesia) y la luna tengan el mismo tamaño aparente. ¿Qué es eso del tamaño aparente? Pues cómo vemos de grande o pequeño un objeto según la distancia a la que está. Si le sacas una foto a una persona a unos 3 o 4 metros de distancia, pero pones un dedo justo delante del objetivo, el dedo parecerá tan grande como la persona (y fastidiará la foto, que es algo que a mí no me ha pasado nunca).
En cuanto a la luna, su tamaño aparente se mantiene en torno a 0,5°. Es decir: de nuestros 180° de visión humana, la luna solo ocupa 0,5°. Que es una manera complicada de decir que se ve pequeñita porque, aunque sea un pedrusco grande, está muy lejos.
Así que, para nuestro ejemplo, tenemos que alejarnos de la iglesia lo suficiente para que su torre, que es lo que queremos que esté delante de la luna, ocupe 0,5° en nuestra visión. ¿Cuántos metros es eso? Para calcularlo hay que tirar de fórmulas de esas con letras griegas.
Primero convertimos los 0,5° en radianes porque las matemáticas son así:
La fórmula para aproximar el tamaño angular de un objeto a partir de su altura y la distancia también es chula:
Donde H es la altura del objeto, D es la distancia y la letra griega para el tamaño angular se pronuncia teta, sin temor.
Entonces, como el tamaño angular lo sabemos, porque es el de la luna, y la altura del objeto también la sabemos, o deberíamos, nos queda averiguar la distancia, para lo cual despejamos D de la fórmula anterior:
Yata: se trata de multiplicar la altura H del edificio en cuestión por 114 (podemos quitar el decimal para simplificar). Imaginemos que la torre de la iglesia tiene 40m. 40 x 114 = 4.560m. Pues hale, a coger el coche y buscar un sitio donde se vea bien la iglesia a unos 4,5Km. Ahí nos plantaremos a esperar a que salga la luna (está la cuestión de saber planificar cuándo la luna saldrá por detrás del edificio, pero eso lo dejaré para otro momento).
Y ahora sí, sacamos nuestro teleobjetivo, hacemos el zoom que toque para que la iglesia ocupe todo el encuadre et voilà: el edificio se agrandará, pareciendo que estamos mucho más cerca de lo que estamos y el tele también acercará la luna, que se volverá tan grande como el edificio.
Así que ya lo sabes: no es Photoshop, es un efecto óptico y trigonometría aplicada. La próxima vez que veas la foto de una luna gigante tras un edificio, recuerda que el verdadero truco está en las matemáticas… y en llegar pronto para pillar un buen sitio entre el bosque de trípodes que seguramente encontrarás.
Nota: la ilustración de inicio se ha generado con Sora IA a partir de una fotografía de Herbert Heim de la Wallfahrtskirche Unserer Lieben Frau Mariä Heimsuchung en Bildstein (Austria) bajo licencia CC BY-SA 4.0 vía Wikimedia Commons.