¿Quién inventó la fotografía?

De izquierda a derecha: Niépce, Daguerre, Talbot, Bayard y Florence.

Empecemos por el final

Cada 19 de agosto, desde 1991, se celebra el Día Mundial de la Fotografía. Fue una ocurrencia del profesor de fotografía indio O.P.Sharma, al que se unieron un poco más tarde el australiano Korske Ara y John Morzen desde EE.UU. Eligieron esa fecha porque un 19 de agosto, pero de 1839, en la Academia de Ciencias de París, un entusiasmado François Arago presentaba al mundo el invento que revolucionaría la producción de imágenes: el daguerrotipo.

La persona detrás de ese milagroso invento se llamaba Louis-Jacques Mandé Daguerre. Era un escenógrafo (patentó el diorama) que, en busca de un cada vez mayor realismo en sus instalaciones, había experimentado con la cámara oscura. De esas pruebas surgió inesperadamente la fijación de la imagen captada… y el resto es historia.

¿O no?

En realidad, aunque hayamos decidido por convenio identificar el principio de la fotografía con el daguerrotipo, la peli es algo más enrevesada y tiene más actores.

Para empezar, la primera fotografía de la que hay constancia no es de Daguerre, sino de Joseph Nicéphore Niépce. Litógrafo, inventor e investigador incansable, Niépce había experimentado ya a comienzos de la década de 1820 con la posibilidad de fijar las imágenes de la cámara oscura. Lo hacía por necesidad: con el alistamiento de su hijo en el ejército, se había quedado sin dibujante para sus litografías. Niépce probó y probó con diferentes emulsiones y soportes y, un día de 1826 (o 1827, no acaba de estar claro), tras una exposición de alrededor de ocho horas, según sus notas —aunque investigaciones modernas sugieren que pudo durar varios días—, consiguió una perspectiva de los tejados y el paisaje desde su ventana en una placa de peltre sensibilizada con betún de judea. Ése, y no agosto de 1839, es el momento eureka. Niépce bautizó su creación como heliografía y, si algún día pasas por el Harry Ransom Center de la Universidad de Austin, en Texas, podrás ver la imagen original.

Socios, que no amigos

Entran en escena los ópticos Chevalier (quienes también merecerían un artículo, por cierto), que ponen en contacto a Niépce con Daguerre. Se conocen, se escriben, intercambian ideas y, en 1829, se asocian para investigar conjuntamente la fijación de imágenes de cámara oscura. Pero el pobre Niépce se muere en 1833 y, aunque la sociedad se transfiere a su hijo, Daguerre maniobra para quedarse al frente en solitario.

Para ser justos y no dejar a Daguerre como un villano (aunque aquí somos #TeamNiépce), el descubrimiento de la química del daguerrotipo —es decir, de la acción del vapor de mercurio como revelador de la imagen latente— fue suyo. Accidental, pero suyo. Siguió trabajando en mejorar los resultados y, ahora sí, llegamos a 1839 y a la famosa presentación de Arago, que también convenció al gobierno francés de comprarle la patente al inventor para liberalizar el proceso. Todo el mundo contento: Francia demostraba que era una potencia puntera, Daguerre se llevaba la pasta y la sociedad, por fin, tenía acceso a la imagen propia. Que parece poca cosa, pero fue revolucionario.

Pero aún falta más gente en la foto, nunca mejor dicho. El principio de la cámara oscura se conocía desde hacía siglos, pero fue en el XIX, con el clima de confianza en la ciencia y el progreso heredado de la Ilustración, cuando otros pioneros se obsesionaron con el mismo reto: fijar para siempre la imagen efímera.

Mientras tanto, en la Abadía de Lacock…

William Henry Fox Talbot investigaba exactamente en la misma línea, sin saber lo que estaba ocurriendo en Francia. Si Niépce necesitaba dibujos litográficos, el trabajo de Talbot nacía de su frustración usando una cámara lúcida (otro artilugio óptico cuyo funcionamiento puedes consultar aquí). Primero consiguió imágenes por contacto, los llamados dibujos fotogénicos, y, finalmente, en 1835, obtuvo el primer negativo fotográfico, conservado en el museo que lleva su nombre.

Hay una diferencia clave entre los dos procesos: el daguerrotipo obtenía un positivo directo, es decir, una sola imagen, única e irrepetible. En cambio, el método de Talbot tenía dos pasos: primero una impresión con los tonos invertidos —un negativo—, que se volvía a exponer sobre otro soporte para obtener la imagen definitiva. A priori parece más engorroso, pero tenía una ventaja fundamental: ¡copias! El principio negativo/positivo marcaría toda la fotografía química durante más de un siglo.

Es entonces cuando Talbot se entera, vía su amigo Herschel (sí, ese Herschel, el astrónomo), de la invención del daguerrotipo. Por un lado, eso le estimula para seguir mejorando su proceso; por otro, le fastidia que sea un francés, y no él, quien se lleve los méritos. Producto de esas mejoras, patenta en 1841 un proceso que denomina calotipo (del griego kalos, bello), pero que, a pesar de ser más barato y de la enorme ventaja de las copias, no puede competir con el daguerrotipo en calidad. Entre otras cosas, al usar papel como soporte en vez de metal, las imágenes eran menos nítidas y con menor profundidad tonal (en cristiano: menos matices de gris).

Tu invento no me gusta

De vuelta a Francia, un funcionario de Hacienda devenido investigador en sus ratos libres también había llegado a fijar la imagen de la cámara oscura en 1837. Se llamaba Hippolythe Bayard y, aunque trató de vender su descubrimiento, Arago —que apoyaba a jierro a Daguerre— le hizo ocultar su trabajo para no eclipsar al daguerrotipo. El cabreo de Bayard fue tan épico que protagonizó el primer fake de la recién estrenada historia fotográfica: se autorretrató simulando estar ahogado y lo expuso en una muestra de 1840 con un lastimero texto en el reverso que decía algo parecido a esto:

El cadáver del caballero que ven aquí detrás es el del señor Bayard, inventor de un procedimiento cuyos resultados acaban de contemplar, o están a punto de hacerlo. La Academia, el Rey y todos los que vieron sus dibujos —que él mismo consideraba imperfectos— los admiraron como ustedes ahora. Eso le valió mucho honor, pero ni una sola moneda. El gobierno, que ya había dado demasiado al señor Daguerre, dijo no poder hacer nada por Bayard, y el desdichado se ahogó. ¡Oh, inestabilidad de las cosas humanas!

Mal perder, amigo Bayard…

Cruzando el charco

Mientras todo este drama ocurría en Europa, al otro lado del Atlántico también había movimiento. Antoine Hercule Romuald Florence, un francés afincado en Brasil, inventó en 1833 no solo otro proceso de fijación de imagen, sino el término fotografía (que, incorrectamente, se ha atribuido siempre a Herschel). Sin embargo, el hecho de estar lejos del meollo económico y político europeo provocó que no tuviera repercusión alguna, y su historia fue desconocida hasta que en 1976 el fotógrafo e investigador brasileño Boris Kossoy lo rescató del olvido.

En conclusión

Los nombres repasados en este artículo se consideran hoy en día “los padres fundadores” de la técnica fotográfica, a pesar de que Daguerre fuera quien se llevó la parte del león. Sin embargo, hubo muchas más contribuciones en esos primeros años y las décadas siguientes, de hombres (y alguna mujer) que mejoraron ópticas, emulsiones, procesos, soportes… y, en suma, llevaron la fotografía desde los titubeantes experimentos químicos iniciales a un verdadero fenómeno global. Pero esa ya es otra historia.

Notas:

  • Este artículo no contiene ningún enlace afiliado.

  • La ilustración inicial se ha generado con Sora IA, a partir de los retratos de Niépce, Daguerre, Talbot y Bayard en dominio público (Wikipedia/Wikimedia Commons), y del retrato de Florence realizado por el Centro de Memória – Unicamp, CC BY-SA 4.0, vía Wikimedia Commons.

Next
Next

La madriguera del conejo